Todavía hoy si echo la vista atrás no puedo evitar que se dibuje una sonrisa en mi rostro cuando recuerdo los años que pasé practicando deporte, desde la niñez hasta la adolescencia. En mi caso, llegué al deporte base por casualidad. Mi hermana comentó lo alto que era para mi edad con su entrenador de voleibol, el gran Santi López, y semanas más tarde ya estaba militando en el club Castellón Costa-Azahar, para después pasar a jugar en L’illa Grau compartiendo vestuario con grandes compañeros, incluso con, a día de hoy, un gran deportista de élite como lo es Pablo Herrera.
Por aquel entonces, todo era un juego. Entrenábamos todos los días de la semana, incluso algunos días hacíamos doblete con los equipos más avanzados. Las meriendas en el Grao de Castelló entre entrenamientos eran épicas. Éramos pura pasión, energía y diversión. Pero no solo eso, también éramos esfuerzo, talento, compañerismo y respeto. Sin saberlo, empiezas a marcar tu mapa de valores.
Uno de los primeros retos con los que nos encontrábamos era seguir órdenes en un entorno lúdico y deportivo. Aunque empezamos a jugar por diversión, con el tiempo descubrimos que si nos esforzábamos, alcanzábamos éxitos inimaginables. Empiezas descubriendo el liderazgo que ejerce el equipo técnico sobre las bases, y desde la barrera dejas entrever que mandar es tarea fácil. Cuando crees saber todas las respuestas, llega tu turno, tienes que ser el capitán de un equipo y descubres, como un jarro de agua fría, que de fácil no tiene nada. Entre compañeros hay muchos perfiles, unos que aparentan ser líderes natos y otros que parecen no tener ciertas habilidades, pero el campo es la mejor batalla para fortalecer a un líder. Aprendes que para liderar a un equipo de personas, primero tienes que liderarte a ti mismo. Aprendes a dar ejemplo, a motivar y a centrarte en una visión lo suficientemente retadora para que al compartirla con tu equipo les emocione y les mueva a lograrlo.
al vez en ese momento empiezas a tomar conciencia de lo importante que es gestionar tus emociones y las de tus compañeros. Una de las primeras emociones con las que empiezas a coquetear es la frustración, el enfado o la envidia cuando ves que tras semanas de gran esfuerzo no sales al campo, o que al finalizar el partido tu equipo pierde cuando merecía ganar. Al principio no sabes qué te pasa y aprovechas cualquier excusa para darla como buena. Dejas ver que tal vez no sea el deporte que más te gusta, o incluso puedes llegar a dejar el deporte aludiendo a que ya no eres un niño, alegando que necesitas más tiempo para estudiar. Lo cierto es que no sabes percibir qué estás sintiendo, y mucho menos, comprender qué hace que te sientas así. Sin saberlo, entras de lleno en los pilares de la inteligencia emocional https://robertoregal.com/blog-inteligencia-emocional/, que es nuestra capacidad para percibir, comprender y gestionar nuestras emociones y las de las personas que nos rodean, con el fin de alcanzar nuestro bienestar y lograr nuestros objetivos.
Entonces, siendo solo un niño, empiezas a enfrentarte al mundo sin la protección a la que estás acostumbrado, y descubres el poder del equipo y la importancia que tiene liderarte a ti mismo. Aprendes que hay cosas que vienen y van, y que por más que te esfuerces no siempre obtienes recompensa al final del camino, por lo que tienes que disfrutar de cada entrenamiento como si fuera el último.
Y así es como jugando hallas el mejor aprendizaje que podrías encontrarte entre la niñez y la adolescencia.
Este post va dedicado a todas y todos mis compañeros de equipo, entrenadores, técnicos y sobre todo a la familia. Solo la familia sabe lo que es fin de semana tras fin de semana dejarlo todo por ti, semana tras semana, año tras año. Llueva, truene o se pongan los kilómetros de por medio que sean. Ganes o pierdas. Siempre están ahí. Humildad, autoestima, compromiso, gratitud, optimismo… son solo algunos valores que obtenemos en familia. Ahora sí que puedes completar tu marco de valores sumando los tuyos y los ganados en el deporte base.
Y tú ¿Tienes claros tus valores? ¿Lideras tu vida? ¿Ejercitas el liderazgo adecuado en tu equipo? ¿Cuál es tu coeficiente de inteligencia emocional? ¿Qué tal andas de bienestar? ¿Hay temas pendientes que no sabes cómo afrontar? ¿Te has marcado un nuevo objetivo y no consigues alcanzarlo? ¿Tienes claras las dimensiones del Ser? ¿Disfrutas del momento presente?
Como Coach Ejecutivo Certificado por AECOP quisiera concretar en qué consiste mi trabajo, aunque puedes obtener toda la información que necesites y mis datos de contacto en mi página web: www.robertoregal.com https://robertoregal.com/.
Un coach es un profesional con formación cualificada y experiencia demostrada que puede estar certificado o no por alguna de las asociaciones de coaching nacionales o internacionales. Que un coach esté certificado es una garantía en cuanto a experiencia y metodología testada con sus clientes.
Mi labor consiste en ayudarte como mi coachee o cliente que eres en alcanzar un nivel de conciencia que te permita encontrar las herramientas necesarias para resolver o alcanzar los temas o metas que te hayas fijado en tu vida y que, por el motivo que sea, no estás pudiendo alcanzar.
Ejercito una escucha activa y centro mi atención en ti, a la vez que cuestiono y busco las causas de la situación o estado de ánimo que te han llevado a iniciar un proceso de coaching.
La creatividad para mí es fundamental, de ahí que me guste innovar tanto en la propia sesión como en el continente de la misma. Soy un coach directo, retador y sincero. Busco fundamentalmente centrarme en el coachee porque considero que cada persona está completa, llena de recursos y es lo suficientemente creativa para resolver cualquier obstáculo que encuentre en su camino. Mis valores son la honestidad, la transparencia y el compromiso.
Artículo de Roberto Regal ( https://robertoregal.com/).